jueves, 16 de septiembre de 2010

Mi posición sobre la propuesta del Martes

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Si algo he aprendido en la vida es que no puedo ir por ésta evadiendo problemas, realmente lo he aprendido con extrema dificultad y muchas de mis más grandes penas han derivado de hacerlo. Una serie de errores derivados de mi inmadurez me llevaron a abandonar la Institución que más admiraba. Sentí incredulidad, angustia, desesperanza, vació e ira.  Fueron tiempos oscuros, momentos en que futuro significaba nada. Existió un proceso muy largo de recuperación, del que salí con hambre, esa hambre y otras circunstancias me hicieron llegar a esta Institución, con el objetivo de demostrarme a mí mismo que podía aprender lo que es más difícil en esta vida, aprender de los errores. Los primeros pasos hacia el salón de clases fueron gloria pura, mis primeras palabras en clase fueron atropelladas pero plenas de sentimiento. Lo que expresé ese día no eran palabras vacías para quedar bien con absolutamente nadie. Era ese apetito; susurrando que le permitiera expresar que era el momento y el espacio adecuado para el alivio y la ambición bien encausada. Ahí surgió un sentimiento, quiero sentirme tan orgulloso de mis logros como los de mis compañeros, el dejar huella en una institución dejó de ser una meta personal para convertirse en algo colectivo. Hoy por hoy veo más materia prima que la que ese primer día alcancé a dilucidar. Sin embargo me intrigó un suceso. A mis cómplices en esta meta les representó más pesadez que un reto, la llegada de un maestro con modos peculiares. Pero era algo para pasar por alto. No fue sino hasta el martes pasado que una propuesta me causó una severa inquietud. Me parecía una invitación a eludir y mi actitud será como la de un adicto en recuperación al respecto. Es decir, se antoja exquisito el vicio, pero estoy recuperándome de tal y consciente del daño que me ha hecho, no lo tomaré, pero tampoco evitaré que los demás lo hagan. Esa noche regresé sin mi placebo al oído, la música, sumido en mis pensamientos, mi realidad se alteró. Sentía que no debía evitarlo, pero debía exponer mi posición. Creo que la petición que quieren hacer podría ser más negativa que positiva. Las dificultades nos hacen crecer, las exigencias también. ¿Nos deja más para afrontar la vida profesional un maestro permisivo a uno que nos haga ver el nivel de exigencia que hay afuera? Los jefes, generalmente te resultan poco simpáticos, porque en ellos recae la difícil labor de exigir. ¿Cuándo laboremos seremos capaces de pedir que lo cambien? Probablemente en algún sitio las cosas funcionen de esa manera, pero serán los menos, las excepciones. Una de las inquietudes era el manejo de la computadora. Y pondría sobre la balanza ¿Será mejor perder calificación en este momento intentándolo, que perder en el futuro la oportunidad de un empleo por no foguearse al respecto? Se los dejaré a su criterio. Yo creo que la infelicidad y sin sentido proviene de la ausencia de retos y problemas. Cuando nos topamos con éstos nos topamos con dos realidades: Superar el problema rápidamente y encontrar una satisfacción inmediata o tardar en el proceso de resolución, pero al final, una vez superado, sentirás ése instante de victoria que te deja con la tranquilidad para afrontar los nuevos retos que nos depara la vida.

Los invito a comentar al respecto en la parte de abajo y exponer sus puntos de vista.

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